lunes, 11 de febrero de 2013

LAS FINCAS DE LA DIPUTACIÓN. UNA BURBUJA MEDIOAMBIENTAL EN LA PROVINCIA DE ALICANTE




El presunto anteproyecto de venta de los montes de Utilidad Pública de Castilla La Mancha, por parte de María Dolores de Cospedal, ha puesto de actualidad un debate sobre la conveniencia o no de que las Administraciones Públicas sean propietarias de fincas.
Los Montes de Utilidad Pública gozan de un estatus de protección y forman parte de un catálogo administrativo, el Catálogo de Montes de Utilidad Pública, que los funcionarios del Cuerpo de Ingenieros de Montes se inventaron para salvarlos del proceso de desamortización hace exactamente 150 años. Estar inscrito en este catálogo suponía la protección de ecosistemas que hubieran sido radicalmente transformados en campos agrícolas, y supuso el germen de la conservación de la naturaleza en España. Muchos de esos MUP hoy albergan figuras de protección de la red Natura 2000 que evidentemente no estarían ahí sin la labor de zapa de aquellos ingenieros forestales que salvaron de la quema parte de la riqueza natural de nuestro país. Quede para la posteridad la ignominia de aquellos que ahora, tras la orgía de despilfarro en la que hemos vivido, se plantean liquidar este patrimonio de todos los españoles con el peregrino argumento de que “todo lo que tiene comprador se vende”.
Sin embargo, me referiré al caso especial de las fincas de la Diputación. La Diputación de Alicante es propietaria de más de 1000 hectáreas de monte. La mayoría de estos terrenos agrícolas y forestales se encuentran concentrados en el interior montañoso de la provincia, principalmente en las Sierras de Salinas, Maigmó y Mariola. Se trata de montes patrimoniales de la Diputación de Alicante, escriturados a su nombre tras un proceso de compra-venta, que nada tienen que ver con los Montes de Utilidad Pública que la Presidenta de Castilla La Mancha pretende vender. Las fincas de la Diputación se adquirieron a principios de la década pasada y sirvieron como campo experimental para la realización de inventarios de fauna y flora, estudios y proyectos de ingeniería forestal, etc. Asimismo se dotó a los montes de infraestructuras y de planes de ordenación para conseguir, entre otros objetivos, la reducción del riesgo de incendio forestal. De todo esto hablo con conocimiento de causa porque, un servidor, tuvo la oportunidad profesional de trabajar hace una década codo con codo con los funcionarios de la Oficina Técnica de la Diputación en dichos proyectos.
Probablemente, y merced a todas estas atenciones, las fincas provinciales se hayan salvado del fuego, las plagas y la especulación urbanística. No sólo eso, sino que los montes provinciales han lucido un aspecto envidiable en comparación con el abandono manifiesto de los montes privados y en manos de la Administración Autonómica y no hace falta ser ningún experto para darse cuenta de ésto. Sin embargo, y ahora viene el "pero", en 2003 hay un punto de inflexión cuando el Presidente José Joaquín Ripoll, con su cuñado Alejandro de la Vega ocupando el cargo de gerente en el Área de Medio Ambiente, creó una empresa pública (www.alicantenatura.es) para la gestión de los, eufemísticamente llamados, Espacios Naturales Provinciales. Lo que antes se gestionaba contratando profesionales autónomos y dando trabajo en los términos municipales afectados, ahora es monopolizado por una empresa. Todos sabemos los gastos aparejados a una empresa de estas características: flota de vehículos, una pléyade de personal en nómina, auditorías externas, existencia de consejero delegado, dietas, reuniones, etc… Con la excusa de dar flexibilidad a unos “farragosos” trámites burocráticos que no eran tales, se crea un tinglado político-administrativo artificioso, un verdadero Leviatán, que ninguna falta hace y que necesita engullir millones de euros al año del contribuyente. ¿Nos podemos permitir semejante gasto? ¿Cuándo va a llegar el ajuste “por la vía del gasto”, que hemos sufrido en el sector privado, a departamentos como éste de la Diputación?
Bajo las actuales circunstancias no se justifica que una Diputación sea propietaria de montes, y si no los tiene que tener, tampoco se necesita una empresa pública para proveer servicios que el mercado puede proveer. Ha quedado acreditado que el “irresistible gasto en la Administración Pública” no es cosa de la izquierda política, y mientras haya para despilfarrar, cualquier pesebre político es apetecible para colocar adeptos. Además, no se puede tener a toda esta estructura de empresas y técnicos mirándose el ombligo en sus propias fincas. La Diputación debe de estar al servicio de los Ayuntamientos pequeños que son mayoría en la provincia de Alicante. Mantener inercias de funcionamiento sin tomar ninguna medida de ajuste transmite la idea de que la crisis afecta desproporcionadamente más al sector privado que al público. Esto es intolerable y refuerza la idea de la ciudadanía de abrir una “causa general” a las Diputaciones Provinciales en cuanto cambie el gobierno, muy a pesar de la Ley de Reforma de la Administración Local de Rajoy. Desde luego, con razón.


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